-Llegamos a Ciudad de México sin un peso. Yo pasaba por las vitrinas de comida y se me iban los ojos. Pasamos tanta hambre que me vino una anemia -recuerda Yuri.
Durante dos años, vivieron en hoteluchos de mala muerte, sin plata y comiendo una vez al día. Y sin estudio, para una niña que llegaba a los 12 años y que nunca terminó el colegio. Su mamá se iba día a día a los pasillos de las grandes programadoras y se sentaba a la entrada. A Televisa, por ejemplo, llegaba e interpelaba a cuanto productor veía pasar.
-Señor, tengo una hija muy talentosa, quiero que la oiga cantar -les repetía. Por mucho tiempo, la respuesta fue el silencio, pero no cejó en su empeño.
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